Krudo Raw Bar: donde el mar se sirve crudo, fresco y sin filtros

Nuestra directora y presentadora del programa Cultura Emprende, Alejandra Ron Pedrique, tuvo la oportunidad de visitar Krudo Raw Bar y nos cuenta su experiencia:
Hay experiencias gastronómicas que se graban en la memoria como una fotografía perfecta: sin artificios, sin retoques, solo sabor en estado puro. Así es Krudo Raw Bar, un espacio que se ha convertido en uno de mis rincones predilectos de Madrid. Cada visita es una declaración de principios: aquí se viene a disfrutar del producto en su máxima expresión.
Krudo no necesita adornos excesivos para brillar. Su propuesta es clara, directa, casi visceral: pescado y marisco fresco, tratado con respeto y técnica, servido con una estética impecable pero sin perder su esencia natural. Y eso, en tiempos de elaboraciones complejas y conceptos que a veces se pierden en el intento, se agradece profundamente.
Mi experiencia comenzó con una de esas entradas que invitan a entregarse: la croqueta enchupetada, tan delicada como intensa, con una cremosidad que roza lo indecente y una presentación que despierta la curiosidad antes del primer bocado. Luego llegó la ostra con ponzu y yuzu, que es, sencillamente, una caricia salina y cítrica que se queda en la memoria.
El verdadero giro llegó con el ceviche 7 de Kuoco 20, un plato que rinde homenaje a la fusión sin miedo, con una leche de tigre potente, toques asiáticos que sorprenden, y un equilibrio perfecto entre acidez, frescura y textura. Es un plato que habla de técnica, pero también de identidad.

Para cerrar, la costilla de ternera. Tierna, jugosa, con ese sabor profundo que solo se logra con tiempo y respeto por el producto. Un final redondo, cálido, reconfortante. La muestra perfecta de que en Krudo, lo crudo y lo cocinado conviven con armonía y coherencia.

Lo que me fascina de Krudo es su capacidad de sorprender desde la simplicidad. Porque en el fondo, cocinar crudo —y hacerlo bien— es un arte que requiere valentía, conocimiento del producto y una sensibilidad especial. Aquí no hay salsas que disimulen, ni técnicas que distraigan. Todo está en su sitio, y eso se siente desde el primer bocado.
El local acompaña a la perfección: moderno, luminoso, con un aire desenfadado que invita a relajarse, dejarse llevar y confiar. El servicio, cercano pero profesional, completa la experiencia y convierte cada comida en un momento para recordar.
Krudo Raw Bar no es solo un restaurante, es un manifiesto a favor del sabor sin artificios. Una apuesta por la frescura, por la pureza del mar, por el disfrute consciente. Y yo, que siempre ando en busca de lugares que me emocionen de verdad, puedo decir sin dudar que aquí encontré uno.








