Este viernes 10 de noviembre, en el programa Cultura Emprende desde las 18:00h, nos acompañará Laura González Serna, psicóloga y emprendedora, ella nos hablará de un tema muy interesante: "Gestionar tus emociones: un aprendizaje necesario". A continuación un artículo escrito por esta excelente profesional.
La ansiedad es miedo.
Cuando sientes miedo tu cerebro entiende que estás ante un peligro. Entonces ordena al cuerpo una respuesta fisiológica de activación con el objetivo de proteger la vida.
Ese estado de fuerte activación física es la mejor herramienta para responder ante el peligro, pues la tensión muscular y un ritmo cardíaco acelerado te permiten luchar contra el león o bien correr para ponerte a salvo.
A grandes rasgos esa es la interpretación de la amígdala, situada en tu cerebro emocional o sistema límbico.
Cuando estás cruzando una carretera y súbitamente sientes cerca de tu cuerpo un coche que no has visto, es la ansiedad la que te hace saltar con agilidad y rapidez colocándote a salvo en la acera.
Si una niño pequeño cae a la piscina en una apacible tarde de verano, es la ansiedad la que consigue que en cuestión de segundos estés sacando a la criatura del agua con las gafas puestas y la billetera en el bolsillo.
La ansiedad no piensa, se pone en marcha para proteger la vida.
Sin embargo, muchos de los peligros que hoy en día acechan tu vida no son de tipo físico e inmediato, y frente a estas amenazas la estrategia de luchar o correr no resulta útil.
Es aquí donde la respuesta fisiológica de ansiedad se convierte en un problema.
La herramienta no te está sirviendo para encarar el peligro que amenaza tu seguridad o la de tus seres queridos, y además tienes en el cuerpo un estado de activación excesivamente alto que en esta situación resulta desadaptativo.
Cuando el peligro es que tu jefe te pida un documento para las 12h, esa respuesta de fuerte activación física no te ayuda.
La tensión muscular y el pulso acelerado te invitan a correr lejos del jefe, o bien a luchar contra él para eliminar la amenaza.
No vas a hacer ninguna de las dos cosas, de modo que el resultado es una sudoración excesiva, fuertes palpitaciones, sensación de opresión en el pecho y respiración agitada (además de otros síntomas que van apareciendo cuando la situación se mantiene en el tiempo).
La ansiedad es la reacción, el síntoma, lo que percibes. Pero el asunto a tratar es siempre el miedo.
Es probable que en ocasiones percibas en tu cuerpo un estado de ansiedad: agitación y nerviosismo, pensamientos de preocupación, palpitaciones y pulso acelerado, sensación de falta de aire, mareos, dificultad para dormir, etc.
Si es el caso, entender lo que sucede te dará un cierto control, si bien las herramientas para manejar dichos estados de ansiedad deberás aprehenderlas directamente en el cuerpo, es decir, practicarlas con un profesional e incorporarlas (meterlas en el cuerpo), no solo entenderlas a nivel mental/verbal/racional.
Entonces, fíjate bien: la ansiedad es el síntoma, el piloto que se enciende en el cuadro de mandos de tu coche para indicarte que no hay gasolina. La señal luminosa no es lo que está mal, sino que te sirve para buscar la forma de echar combustible.
La ansiedad (el síntoma) debe llevarte a buscar el modo de encontrar el miedo, conocerlo y aprender a gestionarlo con eficacia y a utilizarlo de forma inteligente para tu bien.
Algunos de los miedos que se despiertan en tu cuerpo se deben a una situación de peligro que se origina fuera de ti, en el exterior.
Otros están en tu cuerpo desde hace mucho tiempo.
Algunos están ahí desde siempre, son arquetípicos, naturales y universales.
Miedo a sentir dolor. Miedo al sufrimiento de un ser querido.
Miedo a que se vayan, a quedarte solo.
Miedo a la muerte.
Los miedos han sido en muchas ocasiones y por motivos diversos largamente silenciados. Parte del miedo enterrado en el fondo del cuerpo encuentra el derecho a existir cuando algo externo lo permite.
Por ejemplo, con la situación de pandemia mundial que hemos vivido en los últimos años, muchas personas se han permitido inconscientemente contactar con sus miedos.
Porque, en una situación así el miedo se valida: se puede tener miedo, la mente racional puede entenderlo y está permitido y justificado.
En esos momentos donde el miedo se valida, antiguos miedos que permanecieron durante largo tiempo guardados a nivel inconsciente en nuestros cuerpos, esperando a ser escuchados, reclaman su lugar.
Y esas son, a mis ojos, oportunidades maravillosas.
Justo en ese momento tienes acceso a lugares de ti que habitualmente están ocultos (lo que llamamos “en sombra”) y tienes la posibilidad de limpiar tu cuerpo a un nivel más profundo.
El miedo es una emoción esencial, existe para que puedas proteger tu vida y la de aquellas personas que amas.
Bien utilizado es un gran aliado en el camino de la vida.
Sin embargo también puede volverse inmanejable, bloqueando las acciones y limitando el desarrollo.
Es importante que aprendas a conocer los miedos, a relacionarte con ellos y a gestionarlos.
Cuando el miedo se hace presente significa que estás preparado o preparada para este aprendizaje.
Una cosa es segura: para aprender a manejar la ansiedad tenemos que entrar al miedo, tal como lo veo no hay recetas mágicas.
Entrar despacio, con sumo respeto, con amor y cuidado.
Escuchar, acoger, entender a esas partes que están heridas y asustadas.
Darle al miedo un lugar, dignificarlo. Hacerle espacio, expresarlo.
Y así poder soltarlo.
El trabajo de liberación e integración emocional desde el sistema nervioso te hace sentir mayor plenitud, satisfacción vital, te acerca a tus metas.
También te permite relacionarte de forma saludable y amorosa con las personas que te importan.
El resultado de conocerte es adueñarte de Tu Poder Personal, que en mi opinión es el único tipo de poder que será verdaderamente real.
El camino es para mi apasionante, pues nadie ha podido imaginar aún los paisajes que vas a conquistar.
Adelante.
Autora: Laura González Serna
Sitio web: https://www.psicologiadelcambio.com/